Ha finalizado las vacaciones y comienza el curso…Entonces, después de un largo y cálido verano en contacto con la Madre Tierra, hago el firme propósito de escribir una entrada de blog al mes como mínimo, y me dirijo con convicción a ello. Al final del año, haré un balance a ver qué tal me he portado.

¡Es curioso!

Tengo una moleskine con un apartado en el que voy escribiendo todos los temas para mis próximos post, tanto de este blog como del otro en mi web Carmen Valenzuela, y, os tengo que confesar que, cada semana anoto varias ideas, pero llega la hora de ponerme a escribir y siempre hay algo más urgente. Enviar una propuesta que me pide un cliente, actualizar las redes sociales, hacer una factura, hacer alguna gestión, llamada, etc….son algunos ejemplos. En fin, todos ellos son trampas de mi mente para dejar de hacer algo que me encanta y que es compartir aquí lo que vivo en esta profesión, en este momento de mi vida.

Hoy estoy súper orgullosa de mi misma porque lo he conseguido y aquí me dedico a escribir.

Aunque, me propuse escribir esto a principios de semana y hoy es viernes (por los pelos), casi al mediodía, y antes de emprender un viaje de fin de semana…Al fin lo consigo.

¡Allá vamos!

Comparto con vosotros una experiencia que viví el pasado fin de semana.

Después de una semana intensa de ordenador, necesitaba re-nutrirme y respirar verde, y me permití dedicar la mañana del domingo a hacer una ruta (sin un destino conocido) por la sierra. Iba sin expectativas porque para mi solamente dejar el coche aparcado y percibir la naturaleza apabullante que hay en ese lugar ya es casi suficiente, pero empecé a andar. A andar y a andar. Y decidí seguir el curso de un riachuelo que luego se convirtió en una corriente de agua rodeada de una vegetación exuberante. Iba paralela al curso de agua y cuanto más subía más belleza había a mi alrededor.

Incluso, por un momento, recordé lugares que quizás he conocido en otros momentos de mi existencia…había olores y sonidos familiares, sentía un montón de presencias y seres de la naturaleza y me senté a meditar al lado de un árbol hermoso, con el agua corriendo a mis pies.

¡Indescriptible!

Prefiero no poner palabras a lo que experimenté. Sí puedo decirte que me sentí en un Espacio Sagrado, parte de aquel lugar, acogida por la Madre Tierra como una madre acoge amorosa en su seno a su niña, abrazada, amada e inmensamente plena y llena.

Mi sorpresa fue cuando me levanté.

Justo detrás de mí había un pequeño altar con una imagen de la Virgen y una flor que alguien, (supongo que humano), había puesto dentro de una cueva natural creada en la roca y entre las raíces de los árboles.

                   

Cuando la vi no pude menos que inclinarme ante ella, y no me incliné porque fuera la imagen de la Virgen Maria, que también, sino, que en ese momento sentí que representaba a la Madre Tierra. Bendecí y agradecí el momento.

También bendecí y agradecí permitirme estas oportunidades, estar tan cerca de esta montaña y haber decidido conscientemente vivir en este lugar.

Y, mágicamente, han pasado muchas cosas esta semana.

Estoy convencida que la energía que me impregnó ese día y esa experiencia, ha sido decisiva para que esta semana todo esté fluyendo de maravilla.

¡Gracias Madre Tierra, gracias a la Vida!

Me encantará que, si lees este post, compartas conmigo tu opinión, si resuenas en algo y si te ha pasado algo parecido. Gracias ¡¡¡